En los Evangelios vemos la importancia que Jesús dio a la oración. Él comenzaba sus días conversando con el Padre y aprovechaba cualquier oportunidad para invocar la presencia y el poder de Dios. A veces oraba solo (Marcos 1:35) y en otras ocasiones acompañado (Juan 11:41-42). Oraba antes de comer (Lucas 24:30) y después de sanar (Lucas 5:12-16). La oración tenía un lugar especial en su vida.
En Juan 17 encontramos la oración más extensa de Jesús que aparece en la Biblia. Esto es justo al final de su ministerio en la tierra. Jesús acababa de explicar a sus discípulos que en poco tiempo ya no estaría físicamente con ellos. Les advierte sobre lo que sucedería una vez él se fuera y les anima: «Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).